En Huancayo sabemos bien lo que es vivir bajo amenaza. El crimen ha llegado hasta los mercados y los barrios. Pero en vez de reforzar la ley, la fiscal de la Nación quiere suavizarla.
Por un lado, quiere anular la ley que permite juzgar como adultos a los delincuentes de 16 y 17 años. Y por otro lado, nombra en cargos clave a fiscales vinculados a la corrupción. ¿Ese es el “nuevo rostro” de la lucha anticorrupción?
¿Dónde queda el pueblo en todo esto? ¿Quién defiende al comerciante honesto, al taxista, al profesor de barrio?
Porque la corrupción en el sistema de justicia no solo tapa ladrones de cuello blanco. También le abre la puerta a la delincuencia que mata en las esquinas.
Y así, los únicos que terminan pagando la fiesta de los caviares… somos nosotros.
Los peruanos lo decimos claro: la justicia que protege a los suyos y deja en el abandono a los demás no es justicia. Es parte del problema.
