Mientras en Huancayo florecen las ideas, los libros y las ganas de compartir cultura, el Estado se dedica a poner trabas. Lo dijo claro el director de la Feria del Libro de Huancayo: “No esperamos nada del Estado, siempre pone obstáculos”.
Y no se equivoca. Organizar una feria del libro en nuestro país es más difícil que realizar un trámite en la SUNAT, más lento que pedir una obra pública y más incierto que buscar apoyo en algún ministerio.
Lo que debería ser un motivo de orgullo —una ciudad que moviliza a 160 mil asistentes por la lectura, los autores y la cultura— termina siendo una carrera de obstáculos impuesta por la burocracia. Permisos, trámites, oficios, solicitudes, requisitos absurdos… Y al final, cero apoyo, cero presupuesto y muchas promesas vacías.
El mensaje del Estado es claro: si no organizas un evento con fines políticos o espectáculo populista, no existes.
¿Qué incentivo hay para educar, inspirar o formar ciudadanos críticos si cada intento es castigado con indiferencia?
Huancayo demuestra una vez más que la sociedad civil empuja, pero el Estado estorba. Y así no se construye una nación educada ni moderna.
La cultura necesita aliados, no obstáculos. Y el cambio de ciclo empieza también por apoyar a quienes construyen país con hechos, no con discursos.