¿Inteligencia o impunidad?

En lo más duro de la pandemia, cuando el país entero respiraba miedo y esperanza a partes iguales, hubo quienes vieron una oportunidad. No para ayudar, sino para robar. Mientras miles morían y los policías se jugaban la vida en las calles, algunos jefes en oficinas con aire acondicionado firmaban contratos truchos.

El general en retiro Alejandro Oviedo Echevarría no fue un espectador. Fue protagonista. Como jefe policial en Junín, durante el gobierno de Martín Vizcarra, el lagarto corrupto que gobernaba en ese momento facilitó cambios en el plan de compras para que empresas amigas se llevaran el botín. La Fiscalía lo investiga como parte de la red criminal “Los Mercaderes del Centro”. Trece millones de soles volaron sin control, y con ellos, la confianza.

Y ahora, en mayo de 2025, Oviedo no solo no rinde cuentas, sino que es premiado. Nombrado como jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia. La institución que debería protegernos del crimen, hoy es dirigida por alguien señalado como parte de él.

¿Quién toma estas decisiones? ¿Quién pone al zorro a cuidar el gallinero? La pregunta es simple, pero la respuesta sigue escondida en el silencio oficial.

Ya basta de hacer como si el abuso fuera parte del menú. Si los que tienen cuentas pendientes con la justicia terminan ascendiendo, ¿qué mensaje se está dando a los honestos? ¿A los que sí creen en un país limpio?

Las instituciones se construyen con ejemplos, no con excusas. Si seguimos premiando el pasado turbio, el futuro solo puede nublarse más. Es hora de cambiar la lógica con la que se eligen los liderazgos. Dejar de reciclar las mismas prácticas, las mismas caras, y los mismos vicios.

Porque no se puede construir un país distinto, si seguimos pensando y actuando igual que siempre.